Granada, ciudad literaria

Granada tiene razones de sobra para sentirse una ciudad privilegiada. Aquellos que la conocéis seguro que podéis esgrimir motivos personales, lugares con encanto o experiencias propias por las que la premiaríais de una u otra manera. Pues bien, parece que la Unesco piensa algo similar, pues no acabamos de celebrar el trigésimo aniversario de la declaración de la Alhambra como patrimonio de la humanidad (y el vigésimo del Albaicín) cuando nos encontramos con un nuevo reconocimiento: Granada ha sido declarada Ciudad de la Literatura.

Este título (que, de momento, sólo ostenta Granada en nuestro país) forma parte de una iniciativa que pretende establecer una red de ciudades creativas en el mundo. Éstas se clasificarán en las siguientes categorías: la ya mencionada literatura, música, cine, artesanía y arte popular, diseño (que en España ha correspondido a Bilbao), arte digital y gastronomía. Estas ciudades mantendrán una relación especial que les permitirá compartir experiencias, ideas y proyectos en aras de un desarrollo cultural y social que beneficie a todos.

Hasta aquí todo va muy bien, pero no bien ha pasado un día de este nombramiento cuando el periódico Ideal se ha visto obligado a publicar la siguiente noticia en forma de pregunta: ¿Para qué sirve ser ciudad literaria? Es de imaginar que si la redactora ha recibido este encargo, es que la pregunta bullía en la mente de muchos granadinos y granadinas que, después de asentir con orgullo ante la noticia (siempre está bien recibir premios, ¿verdad?), habrán hecho un ejercicio de apabullante realismo. Y es que la crisis, esta pesada compañera de viaje que no termina de abandonarnos, nos ha afectado el bolsillo y la mente de forma progresiva. Veamos, está muy bien esto de ser ciudad literaria, cultural y todo eso, pero ¿la literatura se come? ¿Da perras? ¿Sirve para algo que no sea leer, que muchas veces es como perder el tiempo?

El citado artículo está bien, explica la función de este reconocimiento, pero la idea que se desprende (o, al menos, la que parece ser menos vaga) es que aumentará el turismo. No lo veo mal, aunque me da la sensación de que últimamente se ven pocas expectativas laborales fuera de este sector, muy digno, pero no el único. Por otra parte, aun sabiendo de gente para quien el nombre de Federico García Lorca es un incentivo para visitarnos, me cuesta imaginar que recibamos visitas ingentes de turistas culturales, cargados de libros y deseosos de seguir los pasos de Ángel Ganivet, Pedro Antonio de Alarcón, Luis Rosales o Francisco Ayala, o que vayan a recitar el romance de Abenámar en Alhama, por poner varios ejemplos. Verdad es que sería de necios negar el impacto en la Alpujarra de las obras de Gerald Brennan o Chris Stewart, o que el éxito de ventas de Ildefonso Falcones haya atraído a lectores deseosos de conocer in situ las calles por donde Hernando peregrinó; sin embargo, el visitante medio se detiene poco o nada a conocer el valor literario que late en Granada.

Compréndase que escribo estas afirmaciones con amargura, dado que nuestra labor es precisamente ésta, dar de beber al sediento, o de manera menos metafórica, dar a conocer la cultura que sentimos como elemento fundamental y distintivo de nuestra ciudad. Pero el peso de mi amargura recae menos en los visitantes, que al fin y al cabo se nos acercan de nuevas, y más en nosotros mismos, que, seamos sinceros, nos espantamos, huimos y hasta despreciamos este magnífico legado cultural que yace ante nuestros ojos.

Permitidme repetir la pregunta: ¿Para qué sirve ser ciudad literaria? Mi respuesta es que sirve para nosotros mismos. Sirve para que por boca de otros nos creamos finalmente lo que somos: una ciudad, cuando no un país, que rebosa de cultura. Sirve para que hagamos una comunidad orgullosa de asociarse y de trabajar juntos porque comparte muchos elementos y supera las rivalidades. Sirve para alcanzar nuevas metas, más allá de éxitos deportivos que están muy bien, pero que se volatilizan demasiado rápido. Sirve para que nos sintamos creativos y capaces, valientes para sacar ideas y proyectos adelante. Sirve, en definitiva, para que en plural nos probemos no sólo que somos buenos, sino que podemos ser mejores.

Supongo que los menos aficionados a la lectura se habrán cansado de leer a las pocas líneas. Aquellos que hayáis aguantado hasta el final espero que sepáis perdonarme lo extendido de la disertación. Si sois, como imagino, de los que leéis por pasión, supongo que sabréis hacerlo.

Miguel Farfán Calderón, jefe de estudios (profe, en definitiva) de Castila.

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Mini clases: que y qué

Es sorprendente cómo un pequeño cambio puede en ocasiones crear una gran diferencia, ¿no es así? Simplemente tenéis que recordar el famoso efecto mariposa, o jugar a poner/quitar comas (¿fumas rubio?, pásame la sal gorda, etc.). Pues bien, una cosa tan pequeña como un acento (acompañado de su expresión gráfica, la tilde) modifica de manera sustancial el uso de la palabra que.

Si tomamos un manual de gramática (yo estoy empleando el de Manuel Seco), encontraremos referencias de uso en esta y otras palabras que pueden ir acentuadas o no; en este caso nos aclara que:

  • qué: pronombre, adjetivo y adverbio interrogativo o exclamativo
  • que: pronombre relativo o conjunción

Está claro, ¿verdad? Pero, por si acaso hubiera alguien que no lo viera tan claro, añadiremos este curso de gramática para lechones que dejará a todos contentos:

  1. qué pronombre y adjetivo: equivale a decir cosa quequé cosa. Ejemplo:
    1. ¡Qué interesante! (adverbio), como Qué plan, qué idea, qué explicación, qué foto… (adjetivo)
    2. ¿Qué quieres? (pronombre) ¿Quieres un helado, una bicicleta, una conversación conmigo?
    3. No sé qué quieres (pronombre), ¿un helado, una bici, una conversación…?
    4. Ya sé qué quieres (pronombre) estooo, ¿en serio tengo que repetirlo?
  2. que relativo: une dos verbos. Ejemplo:
    1. Dicen que sabes mucho.
    2. Es la chica que te describí ayer
    3. Comprendo que no comas hamburguesas, que están malísimas
  3. que conjunción: se usa en algunos verbos modales (hay que, tener que)
    1. Tendrías que ser más directo
    2. ¡Hay que ver lo cara que está la vida!

A continuación añadiré unos clásicos errores. Por favor, tome nota todo el mundo de que estas frases están mal.

  1. ¡Qué duermas bien! Error: aunque sea una exclamación, conecta el verbo dormir con el verbo elidido desear o esperar. Otros ejemplos similares: que tengas suerte, que te calles ya, que te parta un rayo.
  2. Tengo que necesitas. Error: está conectando dos verbos, pero la intención de la frase es decir la cosa que; se recomienda usar la construcción lo que. Otros ejemplos similares: sabes lo que quiero, me gusta lo que dicen, se pone lo que le queda bien.
  3. Ahora comprendo que pasa. Error: de manera similar a la frase anterior, esta frase quiere comunicar las cosas que pasan (hay otra interpretación, pero es tan ridícula que me da algo de vergüenza explicarla 1). Otros ejemplos similares: no sabe qué ha sucedido (lo que ha sucedido), me di cuenta de qué tenía entre manos (lo que tenía entre manos).

Sé que las tildes son en ocasiones un dolor de cabeza, pero espero que esta mini clase os facilite la tarea de la corrección lingüística. Valor y al toro.

1 Venga, vale, lo explico. Ahora comprendo que pasa significa que antes no era lo bastante inteligente para comprender que algo (un tren, una moto, el tiempo) o alguien (un vecino, un policía, mi jefa) se mueve de un punto a otro. Brillante, Sherlock.
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El Cofre pt. 3

 

 

 

Finalmente llega el culmen del relato de Rafa. Espero que hayáis disfrutado con él y, si tenéis algún comentario, hablad con el autor, que tiene todas las respuestas.

Después de este intervalo de tiempo en la cocina volvió al salón, donde su hermano ya estaba leyendo las páginas del teletexto, informándose de absolutamente todas las noticias aunque fueran auténticas tonterías, que por otro lado para él no eran nada nuevas porque además de leerse todas las mañanas hora y media de teletexto, también veía el telediario, y los fines de semana la prensa escrita, para no perder las viejas costumbres, en fin un psicópata de la información, como si le fuera a servir de algo si alguna vez pasara algo gordo, pero no tiene remedio. Su hermana llegó también al salón y se sentó poniendo cara de agobio cuando vio la tele encendida y las páginas de las noticias internacionales, pero después sonrió y también pensó que él no tenía solución. En este momento el muchacho le dijo a su hermana que ya llevaba cinco páginas de su relato y que para empezar le estaba gustando, -¿cómo lo estas haciendo?- dijo,- bueno la verdad es que estoy haciéndolo en plan cotidiano, contando mis cosas de una manera muy sencilla y como verdaderamente me ocurren, yo creo que es lo mejor-. Sí, eso es lo mejor, como lo hace Muñoz Molina en casi todos sus libros ( que ellos dos habían leído por supuesto ), por cierto, dime las tres primeras palabras del relato, -son «tiene que ser» pero esto te dirá muy poco, ya que el sentido cambia con un par de palabras más,- pero no se las dije, la dejaría en suspense para cuando lo leyera.

             Él no se daba cuenta pero estaba realmente ilusionado con este relato, lo estaba llenando por completo y creía que ya no lo podía contener, las palabras le salían solas y estaba batiendo el récord de pulsaciones que consiguió para obtener el título de mecanografía, y así sin comerlo ni beberlo se le pasó por la cabeza una idea que era perfectamente el final de su historia, era muy bonito, y sólo faltaban algunos detalles para poder introducirlo en su relato. Así que después de desayunar y de hablar un poco en familia se metió en su cuarto y encendió su ordenador, subió la persiana para que le entrara mucha luz pero que le dejara ver bien la pantalla, puso un CD en el equipo de música y se sentó, se introdujo en el procesador de textos adecuado y se produjo una inmersión completa en la historia que estaba escribiendo, ya estoy aquí…

 

            Cuando llevaba cinco minutos escribiendo a todo ritmo, se abrió la puerta de su cuarto y entró su hermana pequeña, bueno con catorce años pero que casi era tan alta como él, se acercó al ordenador y se puso a leer lo que escribía, inmediatamente él le dijo, -esto no se puede leer,- y la alejó de allí cogiéndola por un brazo, ella no opuso resistencia porque sabía que eso no se podía leer y que quizás luego tendría la oportunidad de leerlo y ver que también ella formaba parte del relato. También colaboró a este fin su sobrino ya que diez minutos después apareció pegando voces y metiéndose en su cuarto; nada más meterse allí, dijo, -ponme los coches de animales,- y ya se sabe frente a estas peticiones nada se puede hacer, así que grabé como pude el fichero con las modificaciones y le puse su juego preferido, una carrera de coches en la que los participantes son animales y eso le vuelve loco, después también jugó al Rey León, a Aladino y a algunos más hasta que se aburrió de pegar porrazos al teclado para disparar.

             Decidí darle un pequeño descanso al ordenador después del flujo de ideas y de golpes que le produjimos, aunque no sería por mucho tiempo porque yo ya tenía el final de la historia en mi cabeza y no podía esperar ni un minuto, por miedo a olvidarlo, tengo buena memoria pero nunca se sabe lo que puede pasar.

             Así, sin más preámbulos y después de una espera interminable me senté de nuevo ante mi monitor no sin antes ejecutar todo el proceso de luces, música y ambiente en general que siempre rodeaba a este evento, y sin más dilaciones escribí el final a la historia, la velocidad de las últimas líneas era totalmente increíble, parecía que no era yo quien escribía, sus conocimientos fluían como los del doctor Fausto cuando alcanzó el conocimiento absoluto, eso sí después de vender su alma y yo no tenía ni la más mínima intención de hacerlo, sobre todo después de haber leído ese libro. Es más, de venderla tendría claro que sería a Dios, pero ya llegaría el momento de eso, tarde o temprano.

             Finalizado ya el relato se dispuso a hacer una primera impresión que le sirviera de borrador para corregir posibles fallos, palabras usadas demasiadas veces, signos de puntuación y todas esas reglas que uno debe seguir si quiere hacer un trabajo digno, en fin, que imprimió el texto en papel continuo de impresora y lo miró, eran siete folios que a él le parecían muchos más por todo el empeño que había puesto en ellos, pero le gustaba tanto, que lo primero que hizo antes de corregir los posibles errores fue salir a buscar a su hermana mayor para enseñárselo, ya que era la que tenía más ilusión por leerlo; además de muy buena lectora y muy buena crítica era psicóloga, con lo que un comentario negativo me hundiría para siempre en la miseria.

             Estuvo leyendo una media hora o quizás cuarenta minutos, pero a mí me parecieron dos o tres horas pues estaba esperando su opinión sincera sobre mi obra, ¡ qué bien sonaba eso !. Después de su lectura más o menos rápida empezó a hablar interesándose por ese » ella » que aparecía demasiado en el texto, se había despertado su papel de psicóloga, me dijo que tenía que ser alguien muy importante para hablar de » ella » así y tener que protagonizar mi relato, pero todo su comentario se volvió incoherente cuando me dijo que a pesar de eso, no había hablado de » ella » ni una sola línea…

             En ese momento me di cuenta de lo que había hecho, había creado una especie de cofre donde «ella» no había podido entrar, me había inventado una historia a la que ella no había podido acceder y de esta manera, todo en mi vida rondaba alrededor suyo menos esta historia. Era increíble, lo había conseguido, no la necesitaba para este relato y eso lo hacía sentir bien, aunque en el fondo deseaba que » ella » hubiera sido la protagonista, por lo que fue, por lo que es y por lo que podrá llegar a ser, pero ocurriera lo que ocurriera nunca podría entrar en este cofre que ahora tienes en tus manos…

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El Cofre pt. 2

Aquí tenéis una nueva entrega del electrizante relato de Rafa. ¿Llevábais mucho tiempo esperando? Podéis saciar vuestra necesidad, pero, mucha atención, aún falta una última entrega, que llegará próximamente…

 

Y quitando la televisión y sus estudios, sin salir de casa, sólo le quedaba la lectura y esta era una verdadera pasión, yo creo que es un psicópata de la lectura porque disfruta demasiado con ella y saca tiempo de donde no lo hay para sumergirse en la vida de otros autores y de sus historias, metiéndose en la piel del protagonista o en cualquier otro personaje, buscando datos en los que identificarse y por supuesto aprendiendo frases típicas para soltar luego cuando la ocasión lo requiera, pero que luego nunca recuerdas. Nunca están ahí cuando las necesitas; qué rabia.

             En el interior de su vivienda ya había pocas cosas de las que pudiera disfrutar plenamente y tenía que atravesar un largo pasillo que le recordaba a un hospital para poder conectar con el mundo exterior, donde desgraciadamente de nada sirven historias, libros ni nada por el estilo, eso era la vida, y ahí no había reglas por las que regirse, ni el mejor guionista del mundo se podría inventar una historia tan perfecta, sin sentido y con finales totalmente impredecibles, quienquiera que escribiese esta calumnia tenía todos sus respetos y su más sincera admiración.

             Un día y habiéndolo planeado salió a la calle, digo habiéndolo planeado porque sin duda alguna era una especie de cuadrícula en la que casi todo estaba organizado, no había espacio para un aventurero y para él la idea de un orden le proporcionaba tranquilidad, aunque en el fondo le hubiera gustado tener un espíritu de aventura y no rendir cuentas a nada, hacer las cosas sin pensarlas dos veces y así quizás saborear más las cosas, aunque nadie sabe si las cosas son mejores de esta manera, nunca te puedes fiar ciegamente de lo que te dicen, algún día lo intentaría y si le gustara, tendría que cambiar muchas cosas dentro de él, empezando por quitarse el reloj para perder la noción del tiempo.

             El caso es que salió a la calle con el propósito de dar un paseo para pensar un poco y de camino a ver si veía a alguien conocido que hablara con él, no era nada insociable, ni mucho menos, era un tipo que a todo el mundo le caía bien, tampoco había hecho nada que provocara lo contrario, de este modo salió del portal de su casa y echó a andar sin un rumbo preciso, aunque no era la primera vez que realizaba este recorrido, era algo instintivo, iba mirando escaparates, edificios, personas, coches, carteles que traducía en su cabeza al inglés para no perder la costumbre de utilizar el idioma que era la llave para muchas puertas en su futuro inmediato. Después de respirar un rato y sin ver a nadie con quien pararse, escuchó el sonido de un claxon que lo llamaba solicitando su atención y al mismo tiempo un coche iba frenando paulatinamente hasta pararse a su lado, la carrocería deportiva delató inmediatamente a su dueño, uno de sus amigos, que le trajo a su cabeza la imagen de alguien guapo, con dinero, independiente y con una novia que muchos querrían para sí, pero todo eso él lo llevaba con la máxima modestia, excepto en su atractivo del que era completamente consciente, y muy bien hecho por otro lado. Se bajó una ventanilla y estuvieron hablando un rato, quedando para esa misma noche para dar una vuelta y tomar algo por ahí, y así fue…

             -Tiene que ser sobre ella,- le contaba esa misma noche a su amigo después de un par de copas,  -incluso tu estás en él,- le dijo,- te lo prometo, eres la primera persona que aparece después del protagonista, no te quejarás, pero tengo un problema, quiero que esta historia sea sobre ella y no sé cómo hacerlo para que esto salga medianamente bien, porque podría contar mil y una cosas aunque no sé por donde empezar, ya sabes que las tías siempre han sido mis mejores amigos y eso tengo que plasmarlo de alguna manera, me han dado mucho y yo les debo mucho, eso tengo que ponerlo porque si no esto va a quedar muy soso, y ella debería estar ahí para endulzar un poco todo esto, aunque también sabes, como mi amigo que eres, que por ser tan amigo de ellas algunas veces pues las he pasado canutas, aunque estaría dispuesto a repetirlo si tuviera otra oportunidad.-

             Este amigo después de oír toda la charla acerca de su relato le dio su opinión; -joder tío, yo no sé cómo puedes ponerte a escribir, yo no tengo tiempo de nada, sólo para descansar, cuando vengo de trabajar me pegaría un tiro antes de ponerme a escribir, pero conociéndote a ti que incluso escribes un diario, te comprendo, pero no te comas tanto el tarro que no es para tanto, haz algo rápido que sea bonico, con muchas metáforas y sentidos figurados, eso le gusta mucho a la gente, aunque el premio ese ya estará dado de antemano y por muy bien que lo hagas no te llevarás nada de nada, que hay mucho enchufe por el mundo y nadie te regala nada.-

             Sí, era verdad que escribía un diario, y además a rajatabla, o sea que no había día que no escribiera su página correspondiente, ya que no era un diario diario, sino una especie de dietario con los días del año y una página para cada año, lo que ayudaba para ir escribiendo todos los días y proporcionaba sumo placer al riguroso concepto de orden que tenía; era perfecto. A su diario, eso sí, le contaba todas las tonterías que una quinceañera podía contar a su mejor amiga, sentada en su cama y con un teléfono inalámbrico en sus manos a las tres y media de la tarde; un móvil no sería ético. Y de este modo conservaba la ilusión por escribir un diario, ir tachando uno a uno todos los días del año, poner marcas especiales para las onomásticas y los cumpleaños, e incluso le servía de fichero para todas las películas y libros que devoraba a lo largo de los doce meses, siendo un verdadero registro al que acudir dos, tres años más tarde o cuando fuera necesario haciéndolo siempre reír por las cosas que se pueden llegar a escribir sólo un par de años atrás; es increíble. La otra ilusión era la de hacer un buen relato pero esto no estaba en sus manos, desgraciadamente no lo estaba.

             Esa noche al volver a casa encendió de nuevo su ordenador y se puso a escribir un poco más, necesitaba una dosis de ondas hertzianas, antes había abierto la puerta sigilosamente para no despertar a nadie, había orinado, saciado su sed y ya en su cuarto había encendido su computador a la vez que ponía música muy bajita y se sentaba completamente vestido, es decir, sin necesidad de ponerse un pijama o algo más cómodo que facilitara su relajación. Decidió sintonizar una emisora que lo entretuviera algo más que la música y encontró un programa dedicado a contar los problemas de la gente, este programa en televisión hubiera sido aberrante pero en la radio era distinto, no sabía por qué, pero se sentía a gusto, era todo más mesurado, mejor moderado y muchísimo más controlado aunque el contenido de las llamadas pudiera rozar lo absurdo. Este programa increíblemente hay veces que puede servir como un auténtico relajante de problemas, porque sin duda alguna los problemas de este muchacho comparados con los que estaba oyendo eran tales que hasta daba vergüenza pensar en ellos con esta sintonía de fondo; se sentía mejor sin duda alguna. Después de unos cuarenta y cinco minutos de ordenar ideas decidió que la cama sería el mejor sitio para seguir haciéndolo, aunque fuera mentalmente, para que al día siguiente tuviese ideas frescas que poder colocar en su texto, y así lo hizo.

             Al día siguiente le costó un poco más levantarse, ya que era fiesta en todo el país y la idea de estar levantado mientras que veinte o treinta millones de personas, quien sabe, estaban acostadas no le hacía mucha gracia y como ya digo, tardó más o menos una hora en decidirse a poner los pies en el suelo, ya que despierto sí que estaba desde hace tiempo. Después de asearse se sentó en el salón de su casa y mientras hablaba con su familia, se iba organizando el día mentalmente, rellenando esa famosa cuadrícula que nunca rompía, y cuando lo hacía, todo su cuerpo se veía sometido a un cambio total, nerviosismo, estrés y muchas mas cosas que él no notaba. Tras este proceso, se fue a la cocina y cogió un cartón de leche para beber unos tragos, porque eran eso, unos tragos, ni más de un vaso como decía él, ni dos sorbos como decía su madre preparándole a la vez algo de comer con o sin el consentimiento de su hijo.

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¿Ya existe internet con olores?

¿No, todavía no lo han inventado? En ese caso, lo lamento en el alma, pero os vais a conformar con las siguientes fotos. Las glicinias de nuestro jardín están espléndidas, y el aroma que desprenden, unido al zumbido de las abejas, es de esos que os hacen reconciliaros con la vida y meditar acerca de…

Lo siento, he perdido el hilo, estaba absorto con su olor. En fin, que os vengáis a disfrutarlo, si no ahora, el año que viene. ¡Os esperamos!

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El Cofre parte 1

Rafa os prometió uno de sus historias, de esas que te cortan la respiración y te dejan deseando más. Bien, disfrutaréis de El cofre por entregas, para mantener la intriga hasta el final.

-Tiene que ser sobre ella,- pensaba cuando se sentó frente a su ordenador y se obligó a sí mismo a escribir unas cuantas líneas de algún relato que lo pudiera transportar a un mundo mejor, ya que en éste no se sentía demasiado a gusto últimamente. Él necesitaba un buen empujón que lo motivara y le hiciese sentir un poco superior a los demás, que sin duda lo estaban infravalorando y eso sin duda lo sacaba de quicio. Este muchacho era una personita normal, un hombrecito que vivía en una ciudad de provincias, o sea un pueblecito grande pero sin llegar al estruendo y la movilidad de una capital donde todo va más rápido, incluso el tiempo.

             En este aspecto él tenía suerte porque se podía permitir el lujo de salir a altas horas de la madrugada sólo para ver de qué color estaba el agua de la fuente que había a sólo una manzana de su casa. Pero en este momento en que empieza su historia él no quería salir, sólo escribir y escribir sin parar porque se sentía muy bien y cuántas más letras veía en su pantalla más le crecía su autoestima, y digo pantalla porque sin duda él disfrutaba en frente de un ordenador, por más que le pesara a su vista un poco cansada ya, pero es que su máquina de escribir además de vieja, tenía demasiado atascada la letra a, y todos sabemos que sin ella no podemos ir a ningún lado.

             Así pues este muchacho estaba en una pequeña habitación de su casa mientras todos los demás estaban acostados y por lo menos en el tercer o el cuarto sueño, y él seguía impasible intentando ordenar todos los pensamientos que se le venían a la cabeza y así sin dejar escapar ninguno, conseguir un collage que plasmara su vida en unos cuantos folios; eso era muy difícil pero lo quería intentar para probarse a sí mismo y quitarle la razón a sus posibles detractores que aunque no demasiados sí que le quitaban el sueño. Cuando este sueño por fin vencía al pensamiento entonces él tenía que dejar su afición y ponerse manos a la obra para dormir. Y es que no os creáis que él escribía junto a su cama, ni mucho menos; cuando él apagaba el ordenador empezaba todo un proceso en el que muchos factores entraban en juego.

             En su dormitorio no había rastro alguno de camas pero en cambio sí había un mueble que ocupaba casi en su totalidad el espacio habitable. Este mueble escondía en su regazo dos camas, abriendo eso sí un par de pequeñas puertecitas que daban paso a la cama propiamente dicha, eso era el principio del proceso porque después había que bajarla ni muy despacio ni muy deprisa para que no chirriara demasiado y no despertara a nadie. Una vez que ya estaba la cama en el suelo sólo faltaba colocar la almohada escondida en otra puerta, y a dormir. Todo este proceso sumado al hecho de que este muchacho usaba habitualmente lentillas le prohibía casi terminantemente pillar una buena borrachera de esas que no aciertas ni a meter la llave en la cerradura, aunque habría que decir que sus borracheras se veían totalmente disipadas en el momento en que entraba en su casa y a partir de ahí todo era pura rutina y no importaba el grado de alcohol que llevara encima, era lo de menos.

             -Tiene que ser sobre ella,- se volvía a repetir intentando recopilar todas sus ideas y encauzándolas sin seguir un patrón, pero algo se lo impedía porque una y otra vez quería que ella fuese la protagonista de su historia. Seguía luchando y luchando para que nada perjudicase el flujo normal de ideas que manaban de su mente, y la verdad es que eran muchas debido a la cantidad de libros que leía habitualmente y también, como no, del enorme número de películas que devoraba sentado en un sitio cualquiera y manteniendo un silencio absoluto, lo que le permitía oír perfectamente el sonido de la película y también todos los sonidos provocados por los movimientos ya sea al moverse o al comer de los miembros de su familia y que lo desconcentraban un poco. Como iba diciendo esto le facilitaba mucho la variedad de ideas originales que le llegaban a su pensamiento y a él le gustaría plasmarlas todas pero no podía, eso se notaría demasiado, era plagio quizás, aunque el jurado no se diese cuenta, él no sería un digno vencedor sino el vasallo de una magnífica gama de escritores que lo habían ayudado a escribir, y él no era capaz de hacer eso; él no era así.

             Así sin darse ni cuenta llevaba ya tres o cuatro días sin salir a la calle para nada, y no sabía si esto le incomodaba o le sentaba bien, el caso es que disfrutaba escribiendo, pensando, recordando, imaginando, viviendo. Claro está que no era escribir lo único que hacía en todo el día a pesar de no salir, era capaz de administrar muy bien el tiempo y de sentirse satisfecho al finalizar el día, como cuando tienes la sensación de haber terminado un trabajo al que has dedicado mucho esfuerzo e inmediatamente te ves con fuerzas para empezar otro, pero al final nunca lo empiezas y te das por satisfecho con lo que ya has realizado. Al fin y al cabo era lo que te habías programado y tampoco hay que forzar la máquina demasiado, eso tampoco sería bueno, y él tampoco era así.

             Así pues además de dedicarse a golpear el teclado de un ordenador dedicaba algún tiempo a estudiar, a leer y a observar la maravillosa caja tonta que tanto tiempo le quitaba pero era inevitable resistirse a su seductora llamada, más aún cuando estaba encendida la mayor parte del día, y no precisamente para ver documentales sino, para tragarse todos los programas de entretenimiento, concursos, noticias y demás reality shows del momento. No se podía quejar en este aspecto ya que su padre siempre los justificaba con lo mismo : » sí sí, esto serán programas malos, pero son verdad y tus películas son siempre mentira «. El simple hecho de la realidad daba o quitaba valor a los programas, aunque fueran verdaderas fábricas de vergüenza ajena.

             En lo que se refiere a su ocupación habitual ya te dije que estudiaba y que, bueno, estaba acabando una de esas carreras que todo el mundo hoy en día intenta, la mayoría consigue acabar y muy pocos le sacan provecho obteniendo un trabajo o algo por el estilo. A él, el hecho de estudiar no sólo le proporcionaba esa oportunidad, sino que también le otorgaba una segunda oportunidad y me explico, este muchacho tenía que desplazarse alrededor de cincuenta kilómetros para ir a la ciudad donde estudiaba y eso suponía más gente, más amigos, más relaciones, en fin, más oportunidades de triunfar o fracasar en el arte de vivir, era como tener una doble vida con todas las letras, algo bastante positivo para las personas que como él, se pasaban el día pensando y haciendo experimentos con las relaciones personales.

ImagenContinuará…

 

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Eton en Granada

La escuela CastiLa ha acogido por tercer año consecutivo un grupo escolar de Eton College. Los chicos, de entre catorce y quince años, han podido disfrutar de un programa completo de clases, alojamiento y actividades.

ImagenLos Etonianos, tras los pasos de Federico García Lorca en Víznar, junto a embajadores locales

Su programa de estudios ha sido el de práctica continua de la lengua, considerando sus conocimientos e intereses particulares. Dada la filosofía de CastiLa, que promueve la enseñanza como un proceso de experiencia dentro y fuera del aula, han tenido la oportunidad de conocer puntos de interés de Granada y solucionar actividades de lengua en estos lugares. Estos puntos han sido los siguientes:

Debemos recordar que Eton fue uno de los centros creadores del fútbol actual, y que dicho deporte entusiasma a los participantes de este grupo. Considerando este punto, y gracias a la inestimable colaboración prestada por el Granada C.F., pudimos asistir tanto al encuentro que enfrentó al Granada y al Levante U.D. como a uno de los entrenamientos del equipo de la ciudad nazarí.

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Los chicos junto al primer equipo

Se ve que la imagen creó expectación, ya que nuestros etonianos fueron protagonistas por unos segundos de las imágenes de Canal Sur.

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18:09: Primeros segundos de fama

Desde CastiLa deseamos enviar un cariñoso saludo a estos chicos y desearles lo mejor para el futuro. Estamos seguros de que volveremos a vernos en un futuro próximo.

 

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Una entrevista con el maravilloso autor Juan Carlos Mantilla…

Una entrevista con el maravilloso autor Juan Carlos Mantilla…

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Otra noche cultural: presentación del primer libro publicado por el maravilloso autor Juan Carlos Mantilla.

Otra noche cultural, la presentación del primer libro públicado del maravilloso autor Juan Carlos Mantilla.

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Mini clases: cuando dudar no es una duda

Os quiero con mucha atención, porque ésta es una de las reflexiones sobre la lengua que más sorprenden. Vale, seguro que hay un grupo de irónicos – escépticos que reirán y afirmarán «Vaya, otra de las excepciones a las que nos acostumbra el español«; a lo mejor ellos se sorprenderán más todavía.

Qué bonito es el verbo dudar, ¿verdad? Si hacéis una búsqueda en google, veréis cómo multitud de sabios han pronunciado bonitas frases sobre lo bueno y saludable de esta acción. Probablemente todos dudáis en un momento o en otro, no sabéis qué camino elegir, si contratar o no con esa compañía, si le diréis algo a esa chica (ese chico) que parece que os ha mirado dos veces (lo parece, porque no lo sabéis con seguridad, tal vez ha mirado al fondo). Igual hasta dudáis de todo excepto de que pensáis, y aún así no lo podrías afirmar del todo.

Cuántas dudas, ¿no? Vale, os invito a buscar verbos en subjuntivo en todo lo que se ha escrito arriba. ¡Sorpresa, no hay ninguno!

Una de las afirmaciones más repetidas (y no por ello más verdadera) del español relaciona subjuntivo y duda. Qué cansinos, por favor. Para una vez que maté un gato, me llaman matagatos. A ver si se supera de una vez esa idea que tanto daño hace a la lengua.

«Pero es que se puede decir dudo que llueva, y eso es un subjuntivo«. Sí, claro, pero ¡otra sorpresa, eso NO es una duda!

Pensemos, reflexionemos: una cosa es dudar qué (interrogativo) o dudar si (hipotético), y otra cosa diferente es dudar de algo (o de que algo pase) y de alguien. En ese caso el verbo cambia de significado y se transforma en una clara acción de rechazo.

Veámoslo: «Dudo de Pablo» no quiere decir nada sobre su hipotética existencia (lo que sería bastante ridículo), sino que el hablante no tiene confianza en Pablo, lo cuestiona por su falta de actitud. De igual manera, «Dudo que Pablo lo sepa» no plantea posibilidad alguna, sino que expresa un rechazo sobre la inteligencia o los conocimientos de Pablo, al menos respecto al tema al que se hace referencia. En este caso, la acción «dudar» es similar a la acción «no creer que«, donde ambas significan «cuestionar o poner en tela de juicio algo«.

Meditadlo tranquilamente, y comprobaréis que el uso del verbo dudar con subjuntivo nos lleva a cuestionar situaciones que incluso pueden ser reales, pero que nos cuesta aceptar. «Dudo que lo hayas hecho solo«, «Dudo mucho que te lo hayan dado gratis«, «Dudo que lo hicieras por amor al arte«; ¿no son ejemplos perfectamente reales? ¿Pueden referirse a una verdad que escuchamos? Yo diría que sí, pero decidme vosotros.

En serio, cuanto antes olvidemos esa milonga de subjuntivo y dudas, mucho mejor para todos, aunque dudo (cuestiono, rechazo) que esto pase de aquí a poco tiempo. ¿Me equivocaré? Ya veremos…

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